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"LA PANDEMIA DENTRO DE LA PANDEMIA" por Irene

March 26, 2020 at 1:35 pm, No comments
Todo el mundo se acuerda haber estudiado alguna pandemia y el desastre a colación de ésta, a lo largo de nuestra vida de estudiantes. La más apoteósica y cercana en el tiempo a nosotros es la mal llamada “gripe española” que asolaba el mundo hace aproximadamente un centenar de años. Se estima que se contagiaron unos quinientos millones de personas y que la cifra de defunciones a causa de aquel virus rondó los cincuenta millones. Esta tragedia, como decimos, se estudia en colegios, institutos y universidades de todo el mundo como uno de los desastres sociales y económicos de la historia de la humanidad. Se buscan para su análisis las causas y se enumeran las consecuencias de la catástrofe. Así mismo, el mundo del arte, ya sea literario o de otra índole, bebe de estas circunstancias históricas para poner en cuestión, en el centro del debate, el devenir socioeconómico de la humanidad en un determinado período de tiempo o hacer una implacable crítica a la forma de vida que se pone de manifiesto cuando algo así nos abofetea como sociedad y los medios limitados e insuficientes, ya sean higiénico-sanitarios, humanos, profesionales, etc con el que enfrentamos dichas tesituras epidemiológicas. 

Hablamos de pérdidas humanas sin embargo el ratio sexual al que nos referimos es indistinguible entre hombres y mujeres. Podría pensarse que el virus, no entiende de sexos ni castas sexuales y el caso es que es cierto. Sin embargo los costes sociales que tiene para unos y otras son absolutamente desiguales. Hablamos de pérdidas macroeconómicas o pérdidas en la economía de las familias sin tener en cuenta tampoco que somos las mujeres las que salimos perjudicadas en este tema a causa de la feminización de los trabajos gratuitos o peor remunerados y de cuidados. 

A nosotras se nos sigue invisibilizando por encima incluso de los sectores de población más desfavorecidos y con mayor riesgo de exclusión social, las mujeres estamos en la base de la pirámide social en cada una de sus formas, nuestra clase sexual está presente en cada una de las formas de desigualdad que sufrimos. Y se nos sigue invisibilizando en un continuo apartheid sexual que perpetúa el concepto androcéntrico de que “si no le ocurre al hombre”, no ocurre o no es importante. 

Las mujeres ostentamos el vergonzante más alto porcentaje del trabajo precarizado. Las profesiones a las que llamamos feminizadas son aquellas que tienen que ver con los cuidados, tan necesarios en crisis humanitarias del grueso como al que ahora nos enfrentamos. Debiéramos, poner en alza ya esta cuestión. Los hospitales de los que tanto hablamos en la actualidad, los centros de día, las residencias de mayores y demás por no hablar de aquellas mujeres que como asistentes, inundan las casas de personas de la tercera edad o de aquellas en situación de dependencia, están en primera línea de contagios en esta crisis del coronavirus como lo han estado en todas y cada una de las crisis en las que la sostenibilidad social depende de estos mismos trabajos. Sin embargo, las ayudas, el debate nunca se centraliza en los lugares en los que somos las mujeres las que los habitamos. Las mujeres hemos sostenido la vida desde que el mundo es mundo… el hecho es que este capitalismo feroz, consecuencia del ansia de poder patriarcal por la dominación del entorno y la denostacion de la colaboración en detrimento de la competitividad, no ha sido ni ideado, ni teorizado, ni estructurado ni mucho menos puesto en práctica por nosotras las mujeres. Tenemos como ejemplo el cambio climático como consecuencia obvia de la delirante explotación de recursos naturales que llevará a la tierra del cataclismo a la que se ve abocada de no detener este ritmo y de que se establezca una nueva forma de relacionarnos con nuestro entorno. Es un hecho también que el hombre (sí, el hombre como clase sexual) destruye; la socialización masculina es intrínsecamente destructora de todo aquello que le rodea y es opresora de las mujeres, esto no es nuevo. No podemos permitirnos dejar de poner entonces en cuestión esta misma socialización ni dejar de analizar las diferentes causas que la provocan para así, desde el análisis crítico, buscar soluciones a las mismas. No podemos obviar que la práctica totalidad de los ejecutores e ideólogos del sistema en el que vivimos comparten cromosomas, y aquellas que no los comparten, actúan según las normas de los otros en cuestiones de gestión del poder y los bienes. 

Que las mujeres somos invisibles es un hecho. Que nos han negado el estudio de nuestra historia, su reconocimiento o simplemente el desarrollo de esa historia, es otro hecho. Que se nos niegue, esto es, se nos anule socialmente, es un acto de la más profunda misoginia interiorizada de la sociedad en su conjunto. La situación de alarma pandémica no es un encuadre en el que estas circunstancias de invisibilizacion varíen, si no que se hacen más latentes, empeoran o en el mejor de los casos siguen la misma tónica que cualquiera de las circunstancias en las que vivan las mujeres. La pertenencia a la otredad, lo no humano, lo incompleto se hace más tangible en situaciones de agitación social como ésta en la que vivimos. 

Mientras los líderes se reúnen en variopintos congresos (masculinizados), parlamentos (masculinizados), consejos de administración de las grandes empresas y multinacionales (masculinizados) para intentar llegar a acuerdos que doten a las naciones de recursos con las que hacer frente, sin trastocar el status Quo demasiado, todo hay que decirlo… existen mujeres, mujeres a las que nadie parece nombrar y sabemos que lo que no se nombra no existe y lo que no existe no importa. Mujeres prostituidas que no han visto mermada la mercantilización de sus cuerpos, se han cerrado burdeles para la protección de los puteros sin tener en cuenta a aquellas que se juegan la vida noche y día estando expuestas a una doble y triple carga. Prostituidas sin derechos como individuas, la mayoría víctimas de trata, extranjeras a las que se les obliga a ejercer la prostitución por medio de amenazas y que la crisis pandémica les afecta como plus de la pandemia proxeneta en la que viven todo el año. En terribles condiciones hacinadas ahora en casas de particulares y aterradas, y esto es estremecedor, no sólo a acabar en una camilla del hospital con un respirador a su lado, si no a hacerlo en una cuneta con un tiro o puñalada en el pecho de no acceder al fin más deplorable al que se puede enfrentar una mujer. Todas con miedo, miedo al virus y miedo terrible y destructor a la colonización de sus cuerpos y mentes en un sistema depredador de mujeres para consumo masculino. ¿Cuáles son las medidas de protección a estas mujeres, que los hombres encargados de la “salvación” de la humanidad han adoptado? NINGUNA. Se me vienen a la mente todas aquellas mujeres en cuarentena, encerradas con sus propios maltratadores, violadores, padres abusadores de sus hijas, de las hijas de las mujeres con las que conviven. Encerradas en las cuatro paredes de sus no-hogares y encerradas en la cárcel del silencio y el sometimiento al que les arrinconan los que se creen sus dueños. Aguantando por sus hijos e hijas, para no exponerles al virus, casi todas son recursos económicos o psicológicos para enfrentar la terrible vivencia que les toca vivir. ¿Se reúnen los líderes para atajar esta terrible realidad que se torna de primera necesidad? NO. Siempre hay algo más acuciantes en el centro del debate, ellas no son el IBEX 35. 

Como siempre, nos toca cuidarnos a nosotras y entre nosotras. Ser feminista es saber que ser mujer es vivir en una constante guerra del mundo contra ti. Saber que el miedo se nos inculca como elemento que nos sobrevuela en cada momento, nuestra constante. Quizás el tenerlo tan presente o a consecuencia de esta vivencia, estamos más capacitadas para la resiliencia. Esta pandemia pone de manifiesto la otra gran pandemia en la que vivimos, con un coste humano, de mujeres y niñas, que multiplica por cientos de miles, cualquiera de aquellas que se estudian en los libros de texto. El conocido es constante y sin embargo no se habla de él, no se adoptan medidas extremas para su erradicación, no se destinan miles de millones para atajarlo. Y no se hace porque este ginocidio constante no pone en peligro el continuum del sistema patriarcal si no que lo sustenta. 

Este es el momento para ver, para poner en relieve, para darse cuenta (darnos cuenta) de cuál es la posición de las mujeres en el mundo y también es tiempo de imaginarnos un futuro en el que no quede ni rastro de la maquinaria opresora en la que somos enculturados como sociedad. Tenemos la oportunidad de analizar la estratificación sexual, es hora de decir ¡Basta ya! 

Basta de asesinarnos 
Basta de violarnos 
Basta de maltratarnos 
Basta de invisivilizarnos 
Basta de feminizar los trabajos más precarios (basta de trabajos precarios) 
Basta de deslegitimizar los cuidados que son los que sostienen la vida. 

Saldremos de ésta, y cuando salgamos, hagámoslo mirando con ojos feministas. Cuando salgamos que sea para gritar con más fuerza, para reivindicarnos con más fuerza, para luchar con más fuerza, para cambiar el mundo con nuestra fuerza. 

MUJER!


Irene - historiadora y estudiante de antropología

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