No hay más fiesta que la vida
Quisiera
descansar, si, cerrar los ojos para no ver ni sentir la
desolación que estas dejando a tu paso y sin tarjeta de presentación… ¿Cuándo
has llegado?, ¿Por dónde te has colado?, ¿Por qué de una vida de continua lucha
y constante superación, llegada a su merecido descanso, arremetes y nos
confinas a un recóndito sillón?...
El
aire que respiro, una y otra vez, se convierte en apremiante búsqueda de un
soplo fresco que libere mis pensamientos
y anhelos de gritar… no quiero TUS cadenas
ni esta censura a la que me sometes con la amenaza de si desobedezco….enfermo y
muero…¡INCONSCIENTE, INSENSATO!…no se te ocurre pensar que tras una vida
alejada del manto protector de la que dio luz a mi temprana existencia,
recogida, en tiempos de guerra, por la familia que me cobijo y sustento…he aprendido a decir ¡¡¡basta
ya!!!.
Quiero
volver a recibir las visitas de mis seres queridos, de la suave y tierna
caricia de mi preciosa nieta Alba, al posar su manita en mi arrugado rostro; a
sentir todas las mañanas, al despertar, los cariñosos “buenos días” de mis
cuidadoras; a realizar mis ejercicios de
rehabilitación, estimulación y hasta guardar fila para acceder a las
actividades de la tarde en la menos uno…unos días laborterapia, otros pintura y
los martes, misa, que esta bien ver al sacerdote empeñarse en contentar nuestro espíritu, a nuestra edad, e incluso bingo…dónde lucir los abalorios que
nos tocan tras esta terapia lúdica,
se ha convertido en una competición
entre mis iguales… a nuestra edad seguimos
siendo coquetas, y nos preparamos
diariamente para esta fiesta…¡¡¡Pues no
hay más fiesta que la vida!!!.
Anda
ya, permítenos retomar nuestra rutina, que, al mirar por la ventana, escuchemos
el jolgorio y revoloteo de los niños al comenzar sus clases y fundirse en
entrañable reencuentro con sus compañeros sin temor a tu abrazo mortal. Los
rutinarios chismorreos de los culebrones de la televisión y hasta las quejas de
mi compañera de sillón, que ha perdido un pañuelo, las de mi compañera de mesa
que la comida esta sosa…en fin, cosas insignificantes que dan sentido a mi
existencia diaria, y que Tú, no tienes derecho a arrebatármelas.
Quiero
seguir sintiendo que estoy viva, que aun tomo las riendas de mi vida, que mis
seres queridos están bien y que continuaran suministrándome, cada tarde a la
hora de la visita, esas sabrosas galletitas que, aunque dañinas, dicen, alegran
mi paladar.